La noche nos trajo la contemplación del precioso complejo de Isis en Philae situado en la isla Agilika. La noche era perfecta y clara, cuando desde el bote que cruzaba el Nilo vislumbramos los templos de la isla iluminados, sobresaliendo sobre el agua.
La luna llena y los planetas Júpiter y Marte daban un carácter mágico a la experiencia. Desde los Ptolomeos y los romanos hasta la llegada de la Madre de Dios, Isis tuvo aquí su culto que se extendió hasta la mismísima Roma. Varios son los edificios que contiene la isla, que admiramos gracias a un espectáculo de luz y sonido en español con su correspondiente cuña histórica islámica, como era de rigor.
Además del templo de Isis y de Athor, se encuentra al lado del agua el precioso templo o mausoleo inacabado de Adriano, quizás lo más hermoso de Philae, tantas veces pintado por los artistas victorianos que amarraban sus barcos debajo.
¿Quién nos iba a decir que en Egipto nos íbamos a bañar en una playa? Pues sí, eso pasó al día siguiente al final de un apretado programa.
Tras visitar el mar inmenso generado por la presa soviética de Aswan, pudimos ver el malogrado obelisco de una pieza en una cantera de granito rosado. La enorme pieza se cuarteó cunado los operarios la tallaban con destino a algún palacio o templo de la reina-faraón Hatshepsut. Asombroso el trabajo de extracción.
La inundación de los territorios aguas arriba de la presa trajo consigo que los nubios se quedaran sin lo poco que tenían y se trasladasen aguas abajo para facilitar a los turistas la vista de sus casas de múltiples colores cerca de la ribera.
Extenuados por el baile desembarcamos en uno de los poblados para tomar un baño, pasear por su mercado y visitar una humilde casa con cocodrilo incluido en el recibidor donde se nos ofreció un té.
Textos: Javier Pérez Sousa Fotografía: Carlos Marcos
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