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10 enero 2019

Una descripción del El Delta del Okavango, en Botswana


Todos los ríos del mundo desembocan en el mar, en un río o en un lago.  ¿Todos...?.  No, todos menos uno que desemboca en la arena del desierto y, allí, desaparece.   

Se trata del río Okavango que nace en el sur de Angola (donde tiene el nombre de Cubango) y transcurre a lo largo de unos 1.000 km por tierras en dirección contraria al mar,, hacia el interior del continente. Al llegar a la frontera de Namibia, cambia su nombre por el de Okavango, y entra en Botswana donde se hunde dando lugar al mayor delta interior que se conoce.  Desaparece en este lugar, a mitad de camino entre océanos y en el centro del cono sur del mapa africano.


Nos hemos desplazado hasta Maun, “la puerta del delta del Okavango”. La ciudad es una mezcla de capital moderna y chozas para los indígenas.  Desde los años noventas d el turismo ha favorecido un rápido crecimiento de la ciudad en las dos riberas del río Thamallakane.


Maun posee numerosas tiendas, hoteles, restaurantes y bares, y en ella es posible alquilar vehículos especiales para viajar al delta o una avioneta desde la que desplazarse a alguno de los aeródromos que menudean en los pantanos. Este fue nuestro caso, utilizamos una avioneta para  llegar a nuestro alojamiento en pleno centro del delta


Aunque estemos en la zona del desierto del Kalahari. La imagen aérea del delta es sensacional: en mitad de la aridez  de esta zona del desierto, lenguas de agua tiñen de verde su recorrido hacia el sur.  El vuelo que se puede hacer en avioneta desde Maun ayuda a hacerse una idea magnífica de la zona.


El río avanza perfectamente ordenado, encauzado, formando una ancha ribera hasta llegar a la altura de Sepupa, lugar donde todo se desordena, se desborda. Es aquí donde empieza el delta interior, donde el río se bifurca en mil y una rutas diferentes (más cuanto mayor sea el nivel de agua ese año) creando un laberinto de islas, ríos, riachuelos, regueros, regatos… que decenas de kilómetros más tarde se esfuman, desaparecen.

Resulta que nuestro alojamiento es un barco-hotel que nos permitió realizar varios safaris por los brazos del río y contemplar cómodamente su flora y su fauna.

Este fue nuestro punto de partida para hacer una excursión en la piragua tradicional conocida bajo el nombre de mokoro.  Cada modorro admite un máximo de dos personas y el remero, que hace las veces de guía. 



Sentados en el suelo de la barca, avanzamos por lenguas de mansas aguas, casi quietas, transparentes ... El agua queda muchas veces camuflada por la vegetación que invade el lecho y su superficie y en ocasiones el barquero inventa el camino, empujándonos por encima de los juncos y nenúfares, sin demasiada dificultad.

Tras la cena, en la humedad de la noche, salimos en barca para realizar un safari nocturno equipados con linternas y con nuestras cámaras de fotos. En el silencio casi total cualquier ruido es perceptible. Os dejo tres maravillosas fotografías  características de lo que vimos en este safari nocturno:



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