31 mayo 2014

Amanecer en Palmira, la ciudad en medio del desierto

Atravesando el desierto de Siria, de pronto, a decenas de leguas de todo paraje habitado, aparece la silueta en el horizonte de las ruinas de un castillo árabe en lo alto de una colina de pizarra, es el Qalaat ibn Maan del s. XVIII.

A sus pies, se encuentran los restos de un conjunto de edificaciones romanas de altísimo valor arqueológico: un soberbio teatro griego, un ágora que adornaban antaño doscientas estatuas de bronce, una avenida de 1.100 metros bordeada de columnas admirables y... al fondo, un templo de proporciones imponentes dedicado a Bel, el dios asirio equivalente a Zeus. Estamos en Palmira, la Ciudad de las Palmeras, la "Perla del Desierto".


Vista general desde la carretera
En el año 1980,  visitamos Palmira.  Para visitar  este lugar, hay que levantarse antes del amanecer, salir del hotel y dirigirse todavía de noche a la ciudad romana,  lugar donde aventurarse entre las ruinas.  Acompañados del viento gélido de las noches del desierto, se intuyen las columnas, auténticas centinelas de la noche que, por centenares, montan la guardia desde hace miles de años.  

Templo de Nabô

En el campo de ruinas el cielo empieza a clarear, los tonos de las edificaciones pasan del oscuro al verde, del verde al color rojo del fuego, del rojo al naranja y del naranja al amarillo en una secuencia que sigue la evolución de estos primeros rayos de sol en Palmira.

El Arco del Triunfo, de proporciones agradables, da paso a la Gran Columnata de más de un kilómetro de longitud, con la que forma un codo de 30º de arco.  Esto favorece la perspectiva de la gran avenida columnaria. 


Arco del Triunfo

El efecto de esta luz incipiente hace que los capiteles corintios con dibujos de frondosas hojas de palma parezcan abrazarse entre sí;  que las columnas, por instantes, se conviertan en antorchas prendidas por el color rojo de la luz del sol al amanecer.

Ágora
Gran Columnata



















Al fondo, al final de las columnas, sobre la colina, se divisan la silueta del castillo abandonado. Las ménsulas que sobresalen de los fustes de la Gran Columnata de Palmira  servían de soporte a estatuas de notables de las que solo una ha sido recuperada.


Al fondo: Qalaat ibt Maan

Destaca también el teatro griego:


Teatro-Gradas

Teatro-Escena

En este escenario se desarrolló la fantástica epopeya de la reina nabatea llamada Zenobia, conocida como la "Cleopatra de Siria". Esta viuda, auténtica jefa guerrera, desafió a la todopoderosa autoridad de Roma y lanzó a sus ejércitos de arqueros en dromedario a la conquista de Egipto y de Asia Menor.  Ella hizo de Palmira la capital de Oriente (el Imperio de Palmira), creando una fastuosa metrópolis, un lujo en medio del desierto.

La calle principal da paso al espectacular Tetrapilon, donde se encontraba la estatua, hoy ausente, de la célebre monarca.


Tetrapilon

Zenobia fue vencida por Aureliano en el 272,  quién arrasó la ciudad.  A continuación, Zenobia fue llevada a Roma, dónde atravesó la ciudad encadenada al carro de su vencedor.

Palmira sólamente fue capital durante los años 266 a 272, en los que reinó Zenobia. 


Gran Columnata

Zenobia consiguió hacer una Palmira tan rica y avanzada que tenía su propia lengua y su propio arte, el palmirino, que tuvo en la piedra caliza y dorada de las montañas que rodean la ciudad su materia principal.
  
Templo de Baal-Shamin

El Templo de Bel, equivalente babilonio de Zeus, es el principal edificio de estas ruinas históricas


Templo de Bel

¿Por qué una ciudad semejante en pleno desierto?... pues, porque en este lugar se encontraba un oasis que servía como nudo de comunicación entre Oriente y Occidente.  Las caravanas que venían del golfo Pérsico, de India o de China con cargamento de sedas, pimientas, aromas e inciensos ... tenían que hacer allí su parada. A su vez, los comerciantes de Palmira (cuyo radio de acción se extendía hasta el Nilo) ofrecían lana de Fenicia, vino, perfumes, pescados salados del Mediterráneo.  Artistas y eruditos siguieron a los comerciantes, por lo que Palmira se convirtió en  un gran centro cultural.

Alrededor de la ciudad se extienden inmensas necrópolis, cuyas tumbas han permitido a los historiadores investigar sobre la civilización de Palmira. Destacan las tumbas hipogeas de Valle de las Tumbas, a las que se accede a través de torres de base cuadrada con ventanas estrechas.  En el interior, unas escaleras facilitan el acceso a una serie de estancias subterráneas.  estas tumbas estaban equipadas para recibir, durante dos siglos, a los (cientos de) descendientes de una misma familia.  Cada estancia está decorada con frescos y cerrada por una losa mortuoria con un motivo escultórico incluyendo la imagen del difunto.  


Tumba de Elahbel

Palmira, en el año 634 fue tomada por los musulmanes y en 1089 fue completamente destruida por un terremoto.  En 1980 fue declarada, por la UNESCO, Patrimonio cultural de la Humanidad.


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