02 agosto 2019

La ciudad antigua de Estocolmo a pie, la capital de Suecia


La primera vez que estuve en Suecia fue en 1974.  Llegué hasta la ciudad en tren, utilizando el abono de inter-rail que había comprado en la ciudad flamenca de Gante. En esa ocasión no llevaba "máquina de fotos" por lo que únicamente pude "grabar" fueron unas pocas imágenes retenidas en mi mente y alguna que otra tarjeta postal que envié a mis padres.  

Posteriormente, Estocolmo ha sido para mí una ciudad de paso hacia los centros de trabajo que la empresa a la que pertenezco dispone en Vesteräs  y en Ludvika. Nunca realicé fotografías que hayan quedado como recuerdo vivo de las escasas salidas que mi plan de trabajo me permitía.  La verdad sea dicha, la pasión por viajar no sería nada sin la fotografía. El recuerdo es muy volátil y la foto sirve como mástil de sujeción de la memoria. 

Desde hace 800 años que cuenta de existencia, "La Ciudad que Flota sobre el Agua" se apoya en una veintena de islas rocosas.  La situación singular de Estocolmo hubiera podido condenarla a perecer ahogada entre el mar Báltico y el lago Malären; sus urbanistas, por el contrario, han sabido sacar partido de su relieve, tendiendo puentes y pasarelas entre las masas insulares.



Son las seis y media de la tarde de este cuatro de junio cuando descubro esta impresionante vista al abrir las cortinas de mi habitación del Radisson Blu Waterfront Hotel.  Este hotel es muy recomendable por su ubicación ya que está junto a la estación principal de ferrocarril, el Palacio de Congresos, el Ayuntamiento y el centro histórico de la ciudad.


En la isla de Gamla Stan se encuentra la ciudad vieja, el centro histórico donde nació la capital de Suecia.  Sus estrechas calles recuerdan sus orígenes medievales con casas pintadas de colores y calles adoquinadas. Es un barrio con mucho encanto donde perderse y disfrutar de un sinfín de detalles artísticos, culturales y paisajísticos sorprendentes.  

Restaurantes acogedores con mesas iluminadas por la luz de las velas, pequeñas librerías con encanto, pequeños talleres de artesanía y ropa de lana, tiendas de diseño funcional sueco, etc... configuran su paisaje comercial más íntimo en competencia con los vendedores de artículos turísticos.

Se recomienda acceder por el puente Riksbron, que permite, además, conocer el Riksdagshuset, el edificio del Parlamento, obra de Aron Johansson, que se inauguró en 1905.


Desde la entrada saludan las esculturas de un campesino, un burgués, un sacerdote y un noble, en una representación simbólica de todas las clases sociales.




Pocos pasos más allá, se elefanta otro edificio imponente construido en 1754: el Kungliga Slottet o Palacio Real donde residían antiguamente los miembros de la casa real sueca.  Este palacio cuenta con más de 600 habitaciones y es uno de los más grandes de Europa es el símbolo de la gran potencia que fue Suecia durante el s. XVII y principios del XVIII.  La mayoría de sus estancias están abiertas al público.  Alberga cuatro museos: el Tesoro, con el orbe de Erik XIV (1561), La Real Armería, el Museo de Antigüedades de Gustavo III y el Museo Tre Kronor.

Se puede visitar todos los días de 10 a 17h, excepto los festivos. Imprescindibles: la monumental escalera en honor a la Madre Svea, la galería Carlos XI, la sala del trono, y el Tesoro 

Su fachada más atractiva es la de Slottsbacken, con la entrada al Tesoro y al Salón del Trono y la capilla de Palacio.


En esta calle, el obelisco se erigió para agradecer a la ciudadanía el apoyo prestado a Gustavo III en la guerra contra Rusia. 

También se puede contemplar la Real Casa de la Moneda y el Tessinska Palatset, construido en 1695 para el arquitecto del Palacio Real, Nicodemus Tessin el Joven.  Desde 1968 esta es la residencia del gobernador del condado de Estocolmo.  Está considerda como la residencia privada más bella al norte de París y posee un patio y un delicioso jardín barroco. 

Finska Kyrkan es el edificio más antiguo de Slottsbacken, de 1640, fue un pabellón de la realeza para juegos de pelota.  Desde 1725 es el centro religioso de la comunidad finlandesa. 

Justo enfrente de la parte lateral del Palacio Real, se encuentran los cuatro cañones que se utilizan en fiestas y ocasiones especiales relacionadas con la monarquía:  el 28 de enero, santo del rey; el 30 de abril, cumpleaños del rey; el 6 de junio, día nacional de Suecia; el 14 de julio, aniversario de la coronación de la princesa Victoria; el 8 de agosto, santo de la reina y el 23 de diciembre, el cumpleaños de la reina.


Avanzando por las calles históricas, la siguiente parada es la catedral gótica Storkyrkan, construida en el s. XVII y remodelada entre 1736 y 1745.  Fue en esta iglesia donde se casaron los actuales reyes de Suecia. Es recomendable entrar y ver sus bóvedas y la escultura tallada en madera de San Jorge matando al dragón, realizad en 1489 por el escultor alemán Bernt Notke.



Me gustó mucho la Casa de la Nobleza, que fue construida entre 1641 y 1674 como sede de la asamblea parlamentaria.  La primera reunión tuvo lugar en 1668 y la última, en 1866, cuando el edificio fue abandonado por sus elevados gastos de mantenimiento.  Desde entonces la Swedish Nobility, una entidad privada, es la dueña de este preciosos edificio.


El centro de Gamla Stan es la plaza de  Stortotget, la Plaza Grande, la más antigua de Estocolmo, donde se levantan varios edificios históricos de fachadas coloreadas, el edificio de la Bolsa (1773) (que también alberga la Academia Sueca) y la Biblioteca Nobel, hoy convertida en el museo de los avances de la humanidad en el último siglo XX, promovidos y reconocidos por los más de 700 ganadores de los premios Nobel.



Esta plaza fue el escenario del llamado Baño de Sangre de Estocolmo, una masacre que tuvo lugar después de que el rey danés Christian II ordenara en 1520 asesinar a la mayoría de los miembros de la la nobleza sueca por oponerse a la unión con la corona de Dinamarca.  A raíz de esta matanza, cuenta una leyenda que si llueve intensamente durante el aniversario de este genocidio (del 7 al 10 de noviembre), el pavimento de la plaza se vuelve de color rojizo.




Desde aquí parten las estrechas calles que conducen al mar por todas las partes.  Algunas de ellas permanecen fieles a su historia; otras, sin embargo, como la calle principal Västerlanggatan han sucumbido al turismo y se han plagado de restaurantes, tiendas de recuerdos y comercios.  Lo más recomendable es dejarse llevar por el instinto y deambular por la callejuelas sin mapa alguno.  Las calles más tranquilas son Österlanggatan, Trangsund, Svartmangatan o Köpmangatan.


Puede ser el momento de sumarse a una tradición muy sueca llamada fika: una pausa para tomar un té o un café con un dulce.  Puede resultar difícil elegir entre la gran oferta de pasteles ya que todos ellos son autenticas delicias... pruebe el kanellbulle, una pasta en forma de caracol con canela, o el mazarín, hecho de mazapán.




A pocos pasos de la Gamla Stan, en la vecina isla de Kungsholmen, se levanta uno de los mayores proyectos arquitectónicos suecos de s. XX; el Stadshuset o Ayuntamiento, a orillas del Mälaren. Su arquitecto, Ragnar Östberg atizó ocho millones de ladrillos rojos para levantarlo.  Es, probablemente, el edificio más emblemático de la ciudad, que finaliza en una imponente terraza sobre el agua.


En su interior se encuentra la famosa sala Bla Hallen, la Sala Azul, en la que el 10 de diciembre de cada año se celebra la gala de los universalmente famosos Premios Nobel



Ahora nos vamos a la nueva meca de la modernidad, la gran isla de Södermalm que está muy de moda. Las tiendas de diseño y las animadas terrazas se mezclan con algunas de las calles más bonitas de la ciudad.  Södermalm se erige sobre una colina que convierte al barrio en un balcón panorámico extraordinario.

En 1883 se construyó el Katarinahissen, un ascensor que eleva a sus pasajeros a 38 m. hasta la altura del barrio y ofrece unas vistas espectaculares. Este ascensor, el más antiguo de Suecia, se instaló para que los habitantes de Södermalm pudieran acceder a sus viviendas.  Estuvo coronado durante muchos años, desde 1909, con el primer rótulo de neón sueco que anunciaba la legendaria marca de pasta de dientes: Stomacol.


Al salir del ascensor, la terraza de Mosebacke sigue siendo un mirador privilegiado.  Es una amplia zona de encuentro al aire libre muy concurrida, con mesas y bancos de madera, done tomar una cerveza.  Los días soleados son una verdadera gozada en esta cafetería que acumula a los autóctonos ávidos de sol.  No fue este mi caso en una tarde oscura y lluviosa del mes de junio de 2014.

A pocos pasos se encuentra la bella Katarina Kyrka, una iglesia del s. XVIII que ha necesitado varias reconstrucciones a causa de los incendios sufridos, el último en 1990. La iglesia está rodeada por un sobrecogedor cementerio en un tranquilo jardín.


Muy cerca, en Stigbergsgatan, una de las calles más bonitas de la ciudad, se conservan casas de campo de madera típicamente suecas del s. XVIII.



El núcleo de este barrio lo conforma el SoFo, que va desde el sur de Folkungagatan (de aquí viene SoFo, South of Folkungagatan), al este de Götgatan.  Este es el meollo de la son trendy: tiendas de ropa, diseño y decoración, jóvenes como recién sacados de un videoclip...

Por último, yo tenía mucho interés en saber si el albergue juvenil en el que estuve en el 74, un barco blanco de tres mástiles, se encontraba todavía anclado en el mismo lugar.  Cual fue mi sorpresa al comprobar que un barco blanco de tres mástiles, no sé si el mismo u otro similar estaba allí, en el mismo lugar, para regocijo de mis recuerdos.


Al regresar a la habitación miro el reloj y son las 12 de la noche, ha sido una larga y oscura tarde por la ciudad antigua de Estocolmo.

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