22 enero 2019

¿Quieres conocer el gran contraste entre las dos medinas de Casablanca, en Marruecos?



Tengo que reconocer que cuando el conductor del taxi Habib me indicó que la Nueva Medina de Casablanca merecía una visita, pensé que acabaríamos en alguna tienda de las que dan una comisión sobre las compras a todo el que acerca algún cliente extranjero. Yo le respondí que no tenía ninguna intención de comprar nada y que solo me interesaba el llevarme unas fotografías del lugar.  Habib, entonces, me convenció al decir que lo había entendido desde el principio y que no se trataba de llevarme a ningún comercio, que me dejaría por la Medina y esperaría el tiempo que fuere necesario, para, a continuación, llevarme al aeropuerto. 


La Nueva Medina está lejos del centro de Casablanca ya que se encuentra en los arrabales del sudoeste, en el barrio de los Habous. El trayecto se me hizo muy largo ya que Habib me quiso mostrar la mejor imagen de Casablanca: las nuevas urbanizaciones a lo largo de la playa y las urbanizaciones de chalets de lujo, con sus jardines de pinos,sus vallas adornadas de azaleas y las calles arboladas.  Gracias  a que el precio del servicio estaba acordado para toda la jornada, dejé de preocuparme por los rodeos en el trayecto.

Los franceses, que entonces gobernaban Marruecos, comenzaron la construcción de la Medina Nueva en 1923, en los límites de la ciudad europea.  La decisión se tomó porque la Antigua Medina no era segura y no estaba limpia y quisieron trasladar la administración y las instituciones a este nuevo barrio.  Entonces, en pleno desarrollo, se concibió la medina como un instrumento para dar una solución parcial  al problema de los miserables suburbios de la metrópoli.  Gracias a un atento cuidado urbanístico y a la elección de un estilo arquitectónico tradicional, el barrio recrea con sus zocos, talleres artesanos y tiendas, el ambiente típico del viejo núcleo urbano. Con sus plazoletas, sus numerosos comercios de artesanías y sus soportales, resulta muy agradable de visitar, un paseo imprescindible, diría yo, para conocer Casablanca.



Aquí encontramos la Mahkama del Pachá. Este edificio de estilo hispano-morisco, totalmente construido en mármol y madera, cuenta con sesenta salas y hacía las veces de tribunal y de sala de recepción para el antiguo Pachá de Casablanca.  En el edificio se encuentra el antiguo Palacio Real. No se puede visitar, ni entrar en el parque del recinto real.




Hay dos mezquitas que son centros de la vida religiosa del barrio de Habous: La Mezquita Moulay Ali Kettani y la de Mohammadi.

Detrás de la mezquita Moulay Ali Kettani, nos encontramos algunos callejones peatonales del barrio residencial de Habous, la Nueva Medina de Casablanca. Las casas con grandes puertas de madera o de hierro forjado son los riads, residencias que disponen de un patio central, fuentes y mucha vegetación. Las casas en este barrio son son blancas, pintadas con cal.  Un paseo tranquilo por la zona permite observar el trabajo de los artesanos, los mercadillos, la vida cotidiana de la gente, la gente en las terrazas viendo pasar el tiempo...






La Medina Vieja solo se puede visitar a pie y es el autentico corazón de la ciudad, linda con la plaza Mohamet V, el centro de Casablanca.  Está rodeada por una muralla con bastiones levantadas en el  s. XVI.

Esta medina no es de las más antiguas de Marruecos ya que Casablanca fue destruida totalmente por un terremoto y posterior tsunami conocido como el terremoto de Lisboa del año 1755.  En 1770, el sultán Sidi Mohammed Ben Abdallah reconstruye las murallas de la medina. 



Para visitar la medina, partiremos de  la plaza de las Naciones Unidas, a unos 400 metros de la gran mezquita Hassan II.  Estamos en el nordeste de la zona amurallada.  La torre del reloj marca el lugar de entrada, y vale la pena detenerse a observar las puertas de acceso al mismo, denominadas Bab Marrakech, que son de un gusto exquisito.



 En las cercanías encontramos el mausoleo Kouba Sidi Bou Smara. Desde allí,  bordeando la muralla encontramos el bastión de la Sqala, el símbolo de su sultanato de  Sidi Mohammed Ben Abdallah en el que encuentran los antiguos cañones de la ciudad , apuntando hacia el océano.  Desde el bastión, tenemos una fantástica vista panorámica de la medina y el puerto.  Hoy en día se ha convertido en un famoso restaurante.  Desde la Sqala puede verse El Hank, faro de 1920 que se alza imponente sobre las aguas para recordar la relevancia de la ciudad. 



La Medina Vieja tiene una red de pequeñas callejuelas estrechas, sumamente coloristas y llenas de los artículos que ofrecen las innumerables tiendas de ropa, comida, imitaciones de todas las marcas y talleres… que contrastan con la ciudad moderna.  Si bien no tiene la belleza de otros cascos históricos como Marrakech, Fez o Rabat, en la medina es posible respirar la vida típica  y  deambular por las calles estrechas y serpenteantes en las que percibir los aromas de las especias u observar la laboriosidad de los artesanos. 



Al oeste de la medina, la plaza de la Comedia, muy animada, acoge un mercado y una zona ajardinada en el centro de la cual se encuentra la koubba de Sidi Bou Smara.




También vale la pena visitar la mezquita de Chleuh, la más importante de la antigua medina, situada en la Rue Chakab Arsalane; es la más solicitada cada viernes, aunque comparte protagonismo con las mezquitas de Ould el Hamra y la de Dar El Makhzen.

Dos puertas más merecen una visita relámpago: las de Bab Jédid y las de Bab El Mersa. Esta última, la puerta de la Marina, supone el final natural de la visita para buena parte de los turistas, que aprovechan para ver el santuario de Sidi Kairouani (en la calle Tnaker) justo antes de salir.

La Puerta Nueva, también llamada Bab Marrakech da a una plazuela embellecida por fuentes.  De ella parte el bulevar Tahar el- Alaui, angosto en algunos tramos y animado por variadísimas tiendas, que sigue el trazado de las antiguas fortificaciones.  Desde la puerta, la calle el-Afia se adentra en la medina atravesando el barrio Tnaker.  











No es aconsejable visitar la medina en horas de la noche, por un lado perderíamos el encanto que brindan sus comerciantes y por otro, podríamos tener sorpresas desagradables.








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