09 julio 2021

¿Qué ver en la Medina de Marrakech?



Una de las mayores fiestas del mundo se celebra cada noche en la amplia plaza Jemaa el Fna, esta fiesta ha sido declarada en 2001 como "Patrimonio Oral de la Humanidad" por la UNESCO.


La mítica plaza medieval, cuyo nombre significa "Lugar de los Ejecutados", se llama así porque hasta principios del siglo XX en ella se decapitaba a los criminales, hasta un máximo de 45 al día según la norma vigente.  Sus cabezas empaladas quedaban expuestas para dar ejemplo.

La Jemaa rebosa actividad desde la mañana hasta la noche, en ella pasa todo lo imaginable y lo inimaginable.  Se trata de un lugar que es, de forma simultánea:  foro de expresión, mercado, real de feria, restaurante al aire libre...  Me gustó un párrafo que leí una vez en la enciclopedia Bellezas del Mundo de Larousse-Sedmay, Edición de 1974, que con sólo unas frases consigue describir perfectamente el ambiente que allí hemos vivido todos los visitantes de esta plaza:

Espectáculo prodigioso el de esa multitud que se reúne al caer el sol en torno a los narradores, encantadores de serpientes, a los bailarines y cantores. Un viejo, seco como un sarmiento, cuenta la  leyenda del rayo de sol impuro que se convirtió en oro;  o la historia de Mahoma que, picado por una serpiente, chupó el veneno, lo escupió por tierra e hizo crecer el tabaco. Su auditorio está compuesto por niños y hombres de todas las edades, sentados en el suelo con las piernas cruzadas que escuchan mudos de curiosidad.  Al lado, un taleb detalla sobre un cuadro anatómico los diferentes órganos del cuerpo humano y un encantador de serpientes hipnotiza a un muchacho y desliza al reptil bajo su camisa.  Los acróbatas de Amizmiz dan peligrosos saltos entre los aplausos de los curiosos.  Racimos humanos se aglutinan, evolucionan en medio de la barahúnda. Un lisiado, sin piernas, se desplaza con hierros en forma de horquilla; mientras, los porteadores de agua hacen sonar su campanilla y posan para los fotógrafos. Cerca están los toldos donde una multitud ha venido a sentarse en la mesa entre los fogones, acompañados por el fuerte olor a especias, los humos y los vapores que se desprenden de las brasas y grandes marmitas en ebullición. 


La Jemaa por la noche, un festín para todos los sentidos:  comenzando con el atractivo y exotismo de las gentes y espectáculos que se pueden contemplar. Son inolvidables los sonidos de las orquestas que acompañan a los bailarines, los gritos de los narradores y las flautas de los encantadores; así como el calor de la muchedumbre que se apelmaza en corro alrededor de cada espectáculo y los miles de sabores de los preparados culinarios de los grandes puestos de comida.



En Semana Santa de 2.004, se nos ocurrió realizar la ruta de las Kasbash y acercarnos a las dunas del desierto del Sahara en vehículo 4 x4.  Marrakech, tan cerca de Madrid fue el punto de partida de esta emocionante aventura.  La ventaja horaria de Marruecos y el buen tiempo reinante, nos permitió desayunar el mismo día que salimos de Madrid, en la terraza superior del Café de France en una Jemaa el Fna prácticamente vacía que iba cobrando vida a medida que el día iba avanzando.  Es muy impresionante como se va llenando este inmenso espacio con vendedores de zumos naturales, tenderetes de frutos secos, adivinos y santeros sentados en sus sillas, mujeres venidas del Antiatlas para vender sus cestos de mimbre, porteadores de agua que proporcionan una nota folclórica con sus llamativos atuendos, vendedores de especias, de brebajes medicinales y pócimas, de ungüentos y animales vivos, escribanos públicos por encargo...


Estamos ante una de las ciudades más fascinantes de Marruecossu excepcional situación al pie de las cimas del Atlas añade una nota más a la belleza de su urbanismo. A Marrakech, los poetas árabes la llamaron "Perla del sur, echada por el Atlas", también se la llamó "La ciudad roja" o "La ciudad de los jardines".  Sin embargo, Marrakech es la transcripción del nombre bereber "Tamurt n Akkuc" que significa Tierra de Dios.

Fue fundada por los almorávides en 1062 y posee algunos de los monumentos más característicos del arte islámico: el minarete de la Kutubiya, las tumbas Saadis, las ruinas del palacio El Badi , la medersa Ben Youssef y las murallas de tierra apisonada que siguen rodeando la medina.

El minarete de la mezquita de la Kutubiya, símbolo de Marrakech es una torre de 77 metros de altura, hermana gemela de la Giralda de Sevilla y de la torre de Hassan en Rabat.  Es el símbolo de la antigua ciudad imperial y fue construida por los almohades alrededor de 1150 tras conquistar la ciudad.  Fue rematada a finales del XIII, bajo el mandato de Yacoub el Mansour. Tiene una excelente iluminación de colores durante la noche.

La mezquita dispone de 17 naves de oración y es un rectángulo de 90 x 60 m.  A la oración de los viernes acuden a este lugar unos 25.000 fieles.


En un lateral de la Kutubiya se encuentra el hotel de los hoteles, el legendario La Mamounia, su decoración combina el estilo marroquí con el art-decó.  En La Mamounia destacan sus jardines, casino y su piano-bar Winston Churchill, donde Hitchcok rodó algunas escenas de El hombre que sabía demasiado.

 















Entrando en la medina a través de la magnífica puerta de Bab Agnaou de granito azul decorada con arcos concéntricos, tomamos la calle de la Kasbah para llegar a las tumbas Saadis.  Aquí reposan los miembros de la dinastía saadí,que reinó en Marruecos entre 1554 y 1669.  Es un lugar muy tranquilo, con altos cipreses, palmeras y jardines de rosas.  Aquí está enterrado el fundador de la dinastía, el Moulay Ahmed el Mansour y su familia, en un mausoleo que ostenta una cúpula de estuco que imita encaje dorado y que se apoya sobre doce columnas de mármol de Carrara.  

En nuestra visita veremos una buena muestra del arte andalusí con bellos techos decorados con estucos, maderas finamente talladas y suelos fabricados con mosaicos de azulejos de colores. Una de las zonas más bonitas es la del Mihrab, con una cubierta con tejas verdes y un gran arco tallado en madera de cedro sujeto mediante dos columnas de mármol. 


En el jardín que encontraremos en la entrada hay mas de 100 tumbas en las que están enterrados los cuerpos de los sirvientes y guerreros de la dinastía.


El palacio El Badi, construido por el sultán Ahmed el Mansour en el s. XVI, está prácticamente en ruinas pero sus restos dejan adivinar lo que debió ser en su día y el porqué de su nombre "el Incomparable".  Fue el palacio más esplendoroso de toda África y estaba inspirado en la Alhambra de Granada.  Hoy sólo quedan sus muros, una extensa explanada con estanques y restos de edificaciones.



La Medersa Ben Youssef era un colegio teológico que fue mandado construir por el sultán Abdallah al-Ghalib, "el sultán Negro", en el s. XIV.  En este lugar residían unos 900 estudiantes hasta que se sabían de memoria el Corán. El exquisito conjunto, por la calidad de sus estucos, maderas y azulejos nos recuerda, de nuevo, a la Alhambra de Granada.  Destacan sus pequeñas y austeras celdas en contraste con sus impresionantes salas, los patios, arcadas, escaleras... que permiten intuir cómo era la vida de aquellos jóvenes aislados del mundo exterior.


El increíble itinerario por los zocos de la Medina de Marrakech supone un viaje en el tiempo hasta la ciudad del siglo XII en busca de las tradiciones milenarias y oficios olvidados.

En la bonita plaza de Rahba Kedima se encuentran las farmacias naturales con todo tipo de plantas medicinales, hennas, gommages y savons noirs para los hamman, pócimas, ranas, tortugas o camaleones que quitan el mal de ojo. En las estanterías de estas boticas hay tarros de alheña, de gazul, de extractos de rosas, de jazmín, de ámbar, de almizcle o de khol.


El zoco de las alfombras o de Zrabia se encuentra en  la Criée Berbère, lugar en el que antiguamente se vendían esclavos.  Los vendedores realizan sus ofertas mientras desenrollan sus alfombras interminables de vistosos estampados geométricos.


En el zoco Belaârif se mantiene vivo el viejo oficio de los herreros y se ve a los artesanos dedicados a sus trabajos de hierro forjado y elaborando lámparas y candelabros.


Uno de los zocos más atractivos de Marrakech es el de los tintoreros en el que llama la atención el panorama de las lanas y las telas colgadas secándose al sol.


Me llamó particularmente la atención cómo se pueden recuperar los neumáticos de las ruedas y realizar, con imaginación y buen hacer, un gran número de objetos prácticos.


También muy interesante es el Souk des Chaudronniers o del Cobre, donde los caldereros trabajan con utensilios y sistemas que parecen no haber sufrido ningún cambio desde hace siglos.



















Indescriptibles son las sensaciones al perderse por el laberinto de calles estrechas de la medina totalmente repletas de comercios y negocios.  Junto a los innumerables reclamos turísticos de ínfima calidad y alto precio, se alternan ofertas de carácter más local:  casquerías de cordero que hacen estremecer a los foráneos poco acostumbrados a ver y oler las vísceras animales, farmacias naturales con las plantas más extrañas, camaleones vivos para el mal de ojo, sabrosos dulces de miel y almendra, caracoles cocidos en un humeante vapor, las ropas sin marca que diferencian a los ciudadanos del país, productos de la tierra que las campesinas venidas a la ciudad exponen sobre plásticos en el suelo ...



No todo es compra-venta en estos callejones, puertas adentro del aparatoso expositor de infinitos artículos para su venta al viandante, en muchos locales se encuentran talleres de confección, telares de alfombras, talleres de calderería o de cerámica, tintorerías a la antigua usanza, talleres de soldadura y fundición, satrerías, etc... 
Una gran actividad domina las "avenidas" de la medina, un intenso tráfico sortea a los miles de personas que abarrotan las calles.  Bicicletas, carros tirados por animales, ciclomotores, furgonetas, taxis, asnos... serpentean para esquivar personas y obstáculos unas veces con una sorprendente velocidad, otras veces con excesiva parsimonia.


Antes de salir de la medina, es obligado citar la inmensa muralla de tierra apisonada que rodea la medina.  La forma más elegante y práctica de recorrerla es en una de las múltiples calesas que se alquilan en las proximidades de la plaza Jemaa el Fna.  Hay que detenerse en alguna de sus puertas principales, de singular belleza.




Excelente fue el paseo en calesa por las murallas, el barrio judío de Mellah, más tranquilo, en el que antaño se concentraban los comerciantes,banqueros, joyeros y sastres judíos.









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